Los trabajos al aire libre, cuando las temperaturas en exterior son altas, como en esta época del curso, pueden provocar un cambio en los hábitos de aquellos trabajadores más expuestos a las inclemencias meteorológicas.

Sin embargo, también en interiores, es importante tomar medidas de protección en el trabajo para prevenir el agotamiento provocado por el calor y otros problemas relacionados con esta circunstancia. Mantenerse hidratado es la base imprescindible, desde la cual trataremos las diferentes actuaciones. A lo largo del día es recomendable beber suficiente agua, incluso si no se tiene sed. Evitar el consumo excesivo de cafeína y bebidas azucaradas frías puede ayudar a mantenerse en niveles térmicos aceptables, evitando la deshidratación que éstas provocan.

La vestimenta durante la jornada calurosa de trabajo es otro de los puntos más importantes, utilizando ropa clara y transpirable, de materiales como el algodón o telas técnicas que permitan la evaporación del sudor. Especialmente relevante cuando el impacto del sol es directo, a través de ventanas o techos de cristal, así como en zonas exteriores.

Para aquellos que, irremediablemente, tengan que desarrollar su actividad en zonas de alto impacto, la aplicación de protección solar, aún si el día está nublado, y el uso de elementos como gafas de sol o gorras se vuelve imprescindible.

El equipo directivo puede preparar un plan especial para estos meses que incluyan descansos regulares de los trabajadores en áreas frescas o sombras, ventilación adecuada de los espacios de trabajo o aportar a los empleados las herramientas de protección necesarias para afrontar las largas jornadas de verano.

Conocer los posibles contratiempos y actuar contra ellos es una parte fundamental, así como evaluar de forma regular las condiciones de las instalaciones y los materiales empleados para la realización de los trabajos. Ante las derivas extremas que pueden derivar más comúnmente las altas temperaturas se encuentran los golpes de calor. Estas situaciones requieren de una actuación inmediata para evitar los importantes efectos que tienen sobre la salud de quienes la sufren.

Unas condiciones laborales adversas derivadas del calor pueden acrecentar el agotamiento físico que, aunque menos grave que el golpe de calor o insolación, puede ser peligrosa. Se caracteriza por síntomas como debilidad, mareos, fatiga o sudoración excesiva y, de no tratarse a tiempo, puede derivar en un problema mayor. Del malestar térmico, responsable de irritabilidad, incomodidad o dificultad para concentrarse emerge una disminución del rendimiento laboral y un aumento del estrés, por lo que se ha de evitar este tipo de situaciones mediante la aplicación de medidas preventivas. 

Para mantenerse activo y fresco y poder ejecutar las tareas diarias de la mejor manera posible es importante una actitud positiva frente a la situación, además de estos conocimientos básicos que, con total seguridad, harán de la jornada de trabajo un espacio más agradable y menos peligroso, a la espera de ese tiempo libre tan deseado y merecido.

El agua, durante todo el año, aunque especialmente en estos meses de calor, es nuestro mejor aliado, y si no es fría, mucho mejor.