Desde hace varias décadas la industria utiliza la espuma metálica, un material de gran importancia en algunos sectores, debido a la versatilidad que ofrece y las capacidades que se le atribuyen según diversos estudios. Ésta es apreciada por su combinación de baja densidad, alta resistencia y gran absorción de energía, lo que la hace tremendamente valiosa en campos como la industria automotriz o la aeroespacial.

La espuma metálica es un material poroso de origen artificial, compuesto por una matriz sólida de metal con huecos vacíos o, en su defecto, llenos de líquido. Estas celdas le otorgan características únicas y utilidades como la fabricación de estructuras livianas como componentes de vehículos, los que, a su vez, permitirán un aumento de la eficiencia en cuanto a consumo de combustible. Sus propiedades de absorción de energía se emplean, de forma prioritaria, en los sistemas de amortiguación mecánica, además de ser un imprescindible para el desarrollo de paneles de construcción con propiedades aislantes. 

Su estructura atrapa el sonido y convierte este material en uno de los más eficientes para la reducción del ruido en aplicaciones industriales donde se emite una gran cantidad de contaminación acústica o espacios de sonoridad controlada, como estudios de grabación o salas de conciertos. Aunque su uso en obras menores no está extendido, las grandes industrias utilizan este componente para la gestión térmica, como el aislamiento de temperatura y la disipación del calor en electrónica o sistemas de refrigeración. El organigrama o patrón que sigue su composición protege electromagnéticamente y bloquea, así, las interferencias en señales no deseadas.  

Existen variantes que la hacen de la espuma metálica un material más efectivo para unos usos u otros. Se puede fabricar a partir de diversos metales, como aluminio, níquel, hierro y cromo, dependiendo de las propiedades requeridas en cada caso. También la densidad y la porosidad es progresiva y personalizable, según sea su destino, absorción de energía o conductividad térmica. Algunos subtipos específicos se desarrollan para aplicaciones militares y de defensa, mientras que otras son especiales para la construcción y la metalurgia.

Para su formación se somete el material desde un estado líquido, o temperaturas cercanas a ese estado, a inyecciones de gas o agentes espumantes para crear las burbujas que la caracterizan, lo que reduce su densidad y determina la estructura celular ya conocida. Esta mezcla se agita, posteriormente, de manera que las burbujas se distribuyan uniformemente en el metal fundido, dejando enfriar, después, para que solidifique en su forma final. Una vez terminado el proceso puede cortarse y conformarse para adaptarse a las necesidades de la aplicación específica para la que fue solicitada. El peso, muy bajo en comparación con otros materiales metálicos, facilita su colocación en estructuras diversas y su densidad es significativamente inferior a la del metal sólido del que se deriva. Una relación resistencia-peso muy apreciada por constructores y por empresas de diversos sectores industriales donde se requiera una gran resistencia estructural sin renunciar a componentes livianos.